Obra Recent

Silvia Gubern

23/01/92. (Sala 135)

Del 23 de enero 1992 hasta el 15 de Febrero

Una nueva exposición de Silvia Gubern. En este caso, una sola pintura sobre vidrio presidía La Sala, a su alrededor las sutiles esculturas de cristal, plumas, alambres, cordeles, etc., y los dibujos traspasados y bordados sobre tela de lino. 

La incorporación de los dibujos bordados sobre lino enlaza y entronca con las culturas autóctonas indígenas y su expresión artística realizada por las mujeres, a través de la utilización de materiales textiles y naturales.

SILVIA, SAVIA

Sílvia Gubern no mira, ve. No busca, encuentra. Tampoco no recuerda, olvida. Y se detiene, quieta, contemplando aquello que sus ojos observan; lo que su imaginación dispone; lo que su pensamiento combina; lo que su lápiz configura; resiguiendo un ánimo vagabundo que felizmente acepta, dictado por una extraña sabiduría que esquiva todas las palabras y que no se ajusta al orden y a la sintaxis.

Sílvia se para, atónita, delante de sus propios pensamientos, que surgen como cuando la mente se distrae con los perfiles que se desprenden. Viendo que lo que piensa sumerge, negligente y sin ánimo, y se conforma y se esclarece hasta acontecer con un pensamiento caído de algún lugar en el mundo; allá donde todo es paradoja y todo conocimiento inalcanzable.

Sílvia se conoce y se reconoce dentro de este pensamiento minucioso y absorto que sorprende por su densidad y por su inmediatez, por su fugacidad y su presencia. Pensamientos que, como olvidos, le muestran lo que de ella misma y del mundo, sólo puede conocerse bajo las formas alegóricas que configura el dibujo: emblemas de una realidad arraigada en el sueño y el deseo.

En el deseo y el conocimiento que, un instante, nos ha entregado el orden del mundo, el número del enigma, la llave de las siete puertas que guardan el vacío. Emblemas de la evidencia, fugaz e inasequible, que tan a menudo nos tienta y que sólo el deseo puede sostener y que sólo en los sueños llama.

Emblemas de certitud evanescente que solo el lápiz puede fijar. Al otro lado del cristal. Del espejo.

Espejos, bordados, como leves reminiscencias que se escapan cuando la mirada los quiere detener.. Espejos como si fueran pequeñas luces que perforaran los cuerpos, los lugares o el lugar donde los sueños reposan… Bordados como agujeros negros que nos conducen al otro lado de la sombra donde el pensamiento se libera de la necesidad del orden, y del gusto por la palabra. Espejos como reflejos de un orden impensable, pero cierto.

Cierto que ella la ha visto en estos remolinos de la pena donde a menudo Silvia se hunde: tirabuzones donde la pena navega y se sumerge, a la búsqueda del cristal que reposa en el fondo y que reluce como una estrella, y donde se pueden sentir las convulsiones de la emoción, la perplejidad y el naufragio: formas que moderan la aventura, el grado de ansia y tensión.

Formas que nada recuerdan. Que no tienen identidad, ni nombre. Y que tampoco no son acordes cromáticos, ni cadencias formales. Son formas del pensamiento que estimulan la retina, que empujan a la mente más allá del infinito de lo que se ve de las cosas, del que se sabe de su lugar y del espacio que les envuelve.. Formas de la imaginación que nacen del olvido, de mucho antes del recuerdo y del paso de las horas…

Ve lo que piensa, Silvia. Lo que pinta. ¿Dónde está lo que en sus pensamientos se despliega pintando? ¿Es que sabe lo que sabe por lo que hace y por lo que pinta? ¿Y lo que pinta es el olvido de la mano y de la mente? ¿Es la mano como la mente y la mente como un ojo? ¿Son los ojos lo que pintan los olvidos de la mente, el recuerdo de las manos, el ojear de la mirada que se convierte en pensamiento?

Es la broma del mundo. El rayo de la nada. La sonrisa de quien sabe que ningún orden puede complacer a la mente, ni mantener en paz de lo que es ver y nunca cambia. Es un dolor burlón, que estalla con una sonrisa. Es el saber del río y de la aporia. Saber que todo se olvida, hasta el nombre.

Antoni Marí